Textos de Oriol Sàbat

No ha podido decir nada. Arrancado, astillado y destrozado, puede todavía ser un árbol. La tribulación es quizá un regalo. Yo no puedo inmolarte. Mi mano no quiere empuñar el hacha. Te daré alguna cosa tierna y suave. Y tus lágrimas de niño caerán sobre mis lágrimas. No digas que no puedes comprenderme. Podremos reír juntos cuando las ramas me hayan herido el rostro y mi sangre pueda hacer y decir algo. Pero muchos creen que eso ya no es posible y que esperamos en vano otra primavera.

Del libro Obrim els ulls a les ruïnes (Abramos los ojos en las ruinas), 1995-1999

 

Nos habéis expulsado del paraíso, aun cuando también lo trabajábamos, cogíamos los frutos de los árboles y jugábamos con las cañas y las piedras. Veo un círculo de fuego, acerco la mano y la carne se me quema. No siento dolor. La retiro y las llamas desaparecen sin dejar rastro. Pasa un hombre por la acera, un paso tras otro, un paso tras otro, un paso tras otro, avanzando como si fuera un milagro. Sobre la mesa dejo la piedra que encontré en el río. Una pobre piedra que lleva una corona de espinas. Y la sangre gotea. Ahora estamos en el mundo. Y después de haber encontrado el infierno en el jardín, querremos entre lágrimas encontrar las flores en el infierno. Pero esta piedra que arrastramos pesa demasiado. Subimos sobre ella, para alzar la cabeza y mirar qué hay. Y volvemos a caer golpeados por una rama que se rompe.

Del libro La creu de venes (La cruz de venas), 2000

 

Crece la risa de todas las cosas después de la fecundación, del río de lava, de la semilla salpicada sobre los pechos y las llagas. A cucharadas trago tu comida y tu bebida y crece la temida esperanza, el lobo famélico que entra disfrazado por las puertas.

Del libro Desenterra una flor (Desentierra una flor), 2001

 

Entra en erupción

y revela tu misterio

violento y fuerte

contra el escombro del hombre

que lucha por no sentir,

que lucha por no ver,

que lucha por estar distraído

como luchan los mezquinos

que no mueven un dedo. Señal, cruz, piedra, rastro, grieta, todo eso he encontrado en esta pureza. La dulzura de la tarde me ha hecho soñar en la violencia de la mañana. He encontrado la felicidad como una piedra clavada en el barro, y un ángel y un demonio y una serpiente enroscada. Y el fuego, el espacio y el tiempo hecho trizas.

Del libro Frontera amb el verd mentider (Frontera con el falso verdor), 2002

 

Volverá la poesía a arrancarte una vez más, aunque no quieras saber nada de ti ni de los otros. Pero primero destroza este yo que te estorba, házle una brecha en el centro y canta el exterior, lo que le hace frontera, todo lo que de profundo hay más allá y que quizá no tiene alma ni la necesita. Una épica, eso es lo que quieres, pero habrás de encontrar los héroes que, surgiendo del barro, no saben si resucitan o mueren. Habrás de encontrar las piedras que a golpes conformarán sus rostros fríos, gélidos, con la pasión de los glaciares que caen estrepitosamente al océano. Y si encuentras a quien lleve el fuego a la extinguida esperanza de algo de humanidad, habrás de buscar también su destino, descubrir sus huellas incendiarias en la nieve, en el cristal helado que se rompe con el terremoto volcánico que va acuchillando el camino. Pero todo eso que deseas y hasta lo que no deseas, todo está muerto. Y ya no es posible revivirlo... Y te quedas sin nada, con el yo masacrado bajo el pie, recordando que una vez, ya hace tiempo, existía un vínculo, la mano o el círculo poderoso, el anillo y la belleza... Ahora todo es un estropicio, un sueño, una luz en la memoria. Tanto tú como yo somos apariciones, espectros, mecanismos que viven, sienten y mueren, mecanismos extremadamente complejos pero miserables.

Del libro Poemes del Destructor (Poemas del Destructor), 2005

 

árbol, rostro, orgía, campo de concentración. Miramos todo eso sin hacer concesiones... Rodamos por la pendiente, cada vez más deprisa, y arrastramos el mundo con nosotros... Todo había sido sencillo, bajo una luz clara y sin trampas. Al otro lado del muro, de la hoguera o de la zanja, al otro lado... Quietos. La mirada clavada en el cadáver. Pensamos que también hay risas y flores, es verdad... tantas cosas son o parecen la pura verdad... Decimos brazo o estaca. Ya lo hemos dicho. ¿Y qué?. Dulce, dulce mirada de miel, encantadora mirada de tarde a medio hacer... Sólo queremos el regalo de un momento de absoluta quietud en la carrera hacia el derrumbamiento, cuando rompemos todo vínculo, toda frontera y ya no somos nada.

Del libro Els qui moriran et saluden (Los que van a morir te saludan), 2006

 

Maravilla sin pasado ni futuro... Fieras perplejas mirándonos fijamente con los ojos redondos y oscurecidos. El silencio es imposible. Todo ha de tener un sentido, nos lo dictan invariablemente y no podemos esperar nada más. Espacio, ilusión, deslumbramiento magnético. No estamos aquí, no estamos en ningún lugar. Cuando arañamos la percepción y no hay nada, todo está vacío, y a veces conformamos alguna cosa presente ante nosotros, y no hemos hecho nada... Os digo que más vale dormir como la fiera, esperar la carne como la araña, y volar en círculos sin haberlos de contar ni calcular... El bosque es un recuerdo, fue el presente, fue tan poca cosa como cualquier otra. Y es la trampa donde caen nuestras emociones, donde menos nos cuesta hurgar para no encontrar nada, el único lugar donde podemos reír sin malicia..

Del libro Els qui moriran et saluden (Los que van a morir te saludan), 2006